Me divierto pensando las cosas que me suceden, las trágicas van con mucha ironía, las demás se defienden solas, escribo sobre éstas situaciones y solo a veces las comparto. Bienvenidos a Cuento con Poder!!!, pensamientos de un tipo común al que le suceden cosas comunes con miradas de cuento."

domingo, 14 de julio de 2019

Capital

Cuando decidió emprender el viaje estaba decidido a no regresar, un par de zapatillas atadas por los extremos de los cordones, colgadas en el cuello, cien pesos, que había logrado juntar haciendo malabares en el semáforo de la avenida que cruza por arriba de la autopista, y un morral viejo lleno de esperanzas.

Vivir en la afueras, en el conhurbano te condiciona en casi todo, recién había terminado la primaria, excedido en edad , con bajo peso y hambriento de aventuras, su hermanos habían desaparecido de a uno, tras la ambición de comer todos los días, La capital y su mar de gente pinta ilusiones austera aunque sea verano, los malabares para poder conseguir dinero parecen ser menos difíciles en los semáforos de la gran ciudad, entonces después que José, su hermano mayor se fué, se convirtió no en un sueño, sino en la realidad que lo ayudaba a respirar día a día mientras juntaba experiencia y habilidad en la manos para sostener en el aire hasta seis pelotitas hechas de medias viejas y trapo.

Ella no tenía familia, hacia una eternidad que vivía en las calle de esta gran ciudad, no recordaba la última vez que había comido algo en buen estado, desde hacía una semana le picaba detrás de la oreja, era una comezón insoportable, que manejaba automáticamente una de sus extremidades,  invitándola a producirle placer mediante el rascado, cada vez que esperaba en la esquina a que cambiara el semaforo, se sumergía en la dicha de rascarse detrás de la oreja sin ninguna vergüenza.

Era cada vez más difícil colarse en el tren después de las reforma en las estaciones, pero no imposible, durante varias noches había pensado en la forma de poder entrar en el andén sin una sube, pero la suerte estaba de su lado, mejor dicho frente a él y con una mirada de vejes cordial, frente al dispositivo del molinete una señora pareció percatarse de su idea y le dijo con una sonrisa cómplice.
-- Pasa, dale. Deslizando la tarjeta por el lector.

El calor agobiaba y el asfalto caliente se convierte en lava negra que despelecha los pies, pensó en caminar hasta la plaza y buscar el fresco de la sombra de algún ombú, descansar y dormir al compás de la canción de cuna que le cantaba el ruido del estómago vacío. Apenas con el último aliento llegó en cuatro patas hasta el medio de la plaza, donde el árbol brindaba cobijo del sol a unos cuantos, cayó prácticamente desmayada despues de haber caminado más de 20 cuadras al sol, se durmió sola con hambre.

La estaciones empezaron a pasar perezosas, lerdas, acelerando la ansiedad, jamás había llegado tan lejos solo, la boca pastosa lo confundió, solía ponersele así de miedo, pero estaba experimentando una nueva sensación, lo exitaba pensar que se dirigía a un futuro lleno de nuevas experiencias y que sólo podía salir todo bien, no había lugar para miedos ni dudas, ninguno de sus conocidos que habían apuntados sus pasos hacia la capital había regresado, eso era signo de que todo iba bien,  quien puede asegurar que la muerte es mala ? Si nadie volvió para contar, así de básicos y elementales eran sus pendientos, prácticos, positivos.

El sueño se confunden con la realidad, el hambre hereje, despiadado, irrespetuoso del sueño confunde el dolor de la soledad, entonces se sueña acompañada, con un dueño, sientiendo el placer que produce el ser incondicional con alguien y suspira dormida su dolor.

La llegada a la última estación no fue la esperada, un mundo de gente que se atropella por salir primero del andén, las personas parecen zombies, miran sin ver, empujan con desfachatez, atropellan sin necesidad. La primera sensación fue de asfixia, por suerte vio la plaza enfrente y los árboles frondosos que invitaban a buscar alivio para el calor agobiante.

Alguien que apenas pisa la plaza se le prende del morral, cae al piso sintiendo un dolor intenso en la cabeza y algo que le corre fresco por la frente, otro que logra sacarle el par de zapatillas que llevaba colgado del cuello y alguien más que busca en sus bolsillo.

Unos minutos más tarde logra incorporarse, se toca la cabeza dónde el dolor seguía intenso, la sangre salía con menos intensidad, se mira la manos ensangrentadas y todas las esperanzas, todas las ilusiones, todas las ganas se agolpan en el pecho en un llanto desesperado.

Se despierta asustada, un doloroso aullido la trae a la realidad, se acercó sin temor, ella interpreta a la perfección ese pedido de auxilio encubierto en llanto, comienza a lamerle la mano llena de sangre, la mirada llorosa de él que permite sus lamidas, él, agacha su cabeza para que pueda lamerle la herida, ella siente el sabor de la sangre entrando en su ser, el dolor del estómago que empieza a ceder, no quiere tentarse y morder, era como si estuviera adivinando sus palabras, o las hubiera soñado, el le dice: -despacio.

Y se quedan sentados en silencio, en medio de la plaza.

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