La tormenta que viene
Corto y con un semejante gusto a poco fue el beso de despedida. Dejo esa sequedad que pega la lengua en el paladar angustioso del trago amargo, y un nudo en las tripas hambrientas de tu presencia que comenzaba a escasear. Parado en el anden de mis emociones levante mi mano para despedirme, allá a lo lejos, pero bien lejos el horizonte guarda la esperanza que contiene mis lágrimas en un regreso caragado de reencuentro, de reconciliación, de abrazos y besos contenidos por 2 meses, o 60 días. Adelante la esperanza, atrás mi casa que me recibe con caricias de compasión, silencios cargado de dudas, el tiempo que recorre las habitaciones llenas de tu voz ausente, inundada de estentoreos fantasmas de un abandono proximo. El olvido me sonríe al pasar por el espejo de dudas que cuelga de la pared de la verdad, pendiendo del frágil piolin de la cordura Me niego rotundamente a creer que ya...